20 junio, 2025

Sanando Heridas y Asumiendo el Llamado Divino

Pastor:
Passage: 1 Pedro 3:9
Sanando Heridas y Asumiendo el Llamado Divino

Hemos hablado mucho sobre las heridas, cómo pueden convertirse en una raíz de amargura que nos puede hacer perder la salvación y hasta contaminar a otros. Y sí, ¡aprendimos que perdonar es clave para sanar!

Sanar las heridas del alma es fundamental, pero no es el único paso. También necesitamos aprender a no ser dañados de nuevo y a liberarnos de la culpa que nos ata. Primero que nada, hay que recordar que todos, absolutamente todos, ofendemos muchas veces. Desde ese punto, ¿quiénes somos nosotros para no perdonar? No estamos en posición de negarnos a dar o recibir perdón.

La Clave de Dios para Enfrentar las Ofensas

Dios nos da una guía clara sobre cómo enfrentar las ofensas, los rechazos y las maldiciones. No se trata de devolver mal por mal, ni maldición por maldición. Al contrario, debemos bendecir, sabiendo que fuimos llamados para heredar bendición. Jesús mismo nos dio el ejemplo: Él siempre se retiraba de donde era rechazado, pero regresaba con los brazos abiertos cuando era aceptado, nunca guardando rencor. Él siempre está dispuesto a ayudar.

Entonces, ¿qué son exactamente las heridas del alma? Son las huellas profundas que han dejado en nuestro corazón las ofensas, los maltratos, las maldiciones y los rechazos de otras personas. No podemos evitar que llueva, pero sí podemos protegernos de mojarnos.

Nuestros pensamientos, emociones y voluntad residen en el alma. La verdad es que el verdadero origen de estas heridas no es la ofensa en sí, sino el resultado de nuestra mala reacción ante esa ofensa o rechazo.

¿Qué debemos hacer?

Jesús nos dio enseñanzas poderosas sobre cómo responder:

Si alguien te hiere en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Esto no significa ser masoquistas o tontos. Jesús quiso decir que no debemos devolver el mal. El apóstol Pablo nos enseña a sufrir el agravio sin buscar venganza. Es un llamado a cambiar nuestra forma de pensar.

Al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, dale también la capa. Esto implica renunciar a nuestro derecho y aprender a ceder. Mira el ejemplo de Isaac: él sabía que la verdadera bendición no eran los pozos, sino la promesa y la palabra que vivía en él. Dios te está diciendo: sujeta tus emociones, no dejes que te controlen.

A cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Esto significa forzar nuestra voluntad para hacer lo que otro quiere, pero ¡ojo! solo cuando no se trata de pecado o de desviarte de la visión que Dios te ha dado. Dios te llama a someter tu voluntad a la suya.

Sanando la Culpa: El Ejemplo de Pedro

Es fácil hablar de traición cuando eres la víctima, pero ¿qué tal si revisamos la vida del apóstol Pedro? Él negó al Señor tres veces, así como quizás tú lo has hecho con tus acciones o pensamientos, dejándote llevar por tus emociones y tu propia voluntad.

Pedro lloró amargamente por su traición, y la culpa quiso apoderarse de él. Pero Jesús, cuando lo encontró, le preguntó tres veces si lo amaba, las mismas tres veces que Pedro lo había negado. Y con cada respuesta, Jesús le dio una encomienda: Cuidar, Apacentar y Pastorear a las personas que aceptan a Jesús como su salvador. De esta forma, Jesús trató con la culpa de Pedro.

Decir que amamos a Jesús es una cosa, pero la verdadera prueba de ese amor radica en nuestra disposición a servirle. Mostramos que amamos a Cristo:

  • Sirviendo a nuestros hermanos (Apacentar).
  • Predicando de Cristo con nuestro testimonio (Pastorear).

Cuidando a los ganados (Cuidar).

Un Llamado Sobrenatural: La Visión de Isaías

En un momento difícil para su país, Dios llamó a Isaías. Eran los peores días para él porque había muerto el rey Uzías, un hombre temeroso de Dios, y su hijo perverso tomaría el trono. Pero, paradójicamente, fueron los mejores días de Isaías, ¡porque sus ojos vieron la gloria de Dios!

Isaías fue llamado con una visión impactante. Dios se le reveló en su gloria y esplendor, y esa gloria lo hizo consciente de su propia condición de pecado y culpa. En la visión, un ángel tomó un carbón encendido y lo pasó por sus labios, diciendo: «Es quitada tu culpa y limpio tu pecado». Acto seguido, Dios preguntó: «¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?». E Isaías, con valentía, respondió: «¡Yo, Heme aquí, Envíame a mí!».

Es importante notar que Dios llamó a Isaías a un ministerio que, en términos humanos, parecía «fallido». Viendo, la gente no vería; oyendo, no escucharía ni atendería el llamado de Dios, pues sus corazones estaban endurecidos y no se arrepentirían. Al final, incluso lo matarían por su llamado. Sin embargo, Isaías estuvo dispuesto a cumplir su propósito y profetizó con tal exactitud sobre Cristo que es considerado el «quinto evangelio», ¡a pesar de haber sido escrito 740 años antes!

A diferencia de Juan el Bautista, quien, con todo respeto, fue un poco más «emocionalista» –aunque Jesús dijo que no habría otro hombre como él, y el más pequeño en el reino podría ser más grande– Juan, mientras estaba en la cárcel y sintiendo que su ministerio terminaba, mandó a preguntar si Jesús era el Cristo o si debían esperar a otro. Jesucristo, siempre tan hermoso, le contestó en un nivel que Juan podía entender. Le mandó a decir: «Díganle lo que han visto: los demonios salen, los ciegos ven, los sordos oyen y el evangelio es predicado a los pobres». Juan podía entender a nivel de sentimientos, razón y sentidos. En otras palabras, Jesús le estaba diciendo: «Todo se está cumpliendo, lo que profetizó Isaías es una verdad encarnada en Mí, en Cristo».

En Conclusión:

Dios quiere que perdones para sanar. Él anhela que:

  • Transformes y renueves tu pensamiento.
  • Sujetes y controles tus emociones.
  • Sometas tu voluntad a la de Él.
  • Permitas que Él quite tu culpa y limpie tu pecado.

¡Ten presente que Él tiene un poderoso y sobrenatural llamado para tu vida!

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